Represión, perdigones y gases lacrimógenos: testimonio de una brigadista durante la crisis política
Las marchas contra Manuel Merino, cerca de 250 brigadistas voluntarios llegaron a ayudar a más de 400 personas que sufrían las consecuencias de las armas policiales.
Solange Ortega Rojas, estudiante de medicina de 26 años, se encontraba en los laterales de la Plaza San Martín el 14 de noviembre alrededor de las 8:00 p.m. junto a su equipo de la brigada voluntaria atendiendo a quien lo necesitaba.
habían decenas de heridos, mucha gente asfixiada, algunos con cortes en diferentes partes del cuerpo, otros con impactos de perdigones en los brazos, las piernas y la cabeza, incluso niños perdidos buscando a sus padres.
Ella se encontraba de rodillas, vistiendo un casco blanco con una cruz roja encima, un chaleco rojo y más de dos mascarillas. Se encontraba asistiendo a las personas que llegaban asfixiadas, les daba agua con vinagre, limón o agua con bicarbonato para evitar que siguieran sufriendo los efectos de las bombas lacrimógenas.
De un momento a otro comenzó a sentir ardor en la nariz, los ojos se le nublaron, comenzó a lagrimear, la garganta se le cerró y no pudo respirar más. Un gas lacrimógeno había llegado al punto donde la brigada se encontraba atendiendo heridos.
“Se siente horrible. Me sentía ahogada, asfixiada, quería estar en un lugar a salvo pero en todos lados estaban todos los gases, al no poder salvaguardar mi vida no podía salvaguardar la vida de otras personas, es ahí donde la desesperación te gana y como sea tratas de buscar un lugar seguro para ti y para las personas que están heridas”, relató Solange a este diario.
Auxiliada por uno de sus compañeros, buscó la seguridad de los implementos médicos antes que la suya, abandonaron la zona de las bombas, quedándose ahí 24 alcoholes y 24 aguas oxigenadas donadas por los manifestantes, a la vez que también se vieron obligados a dejar muchos bidones con agua, bicarbonato y vinagre.
“Yo corrí hasta el Palacio de Justicia con las cosas. Me daba impotencia de no poder ayudar a la gente, habían muchas personas ahogándose y no podía ayudarlos porque estaba pasando por lo mismo. Fue en ese momento donde la gente me comenzó a aplaudir, me ganó la emoción y me puse a llorar”, añadió.
Definitivamente parte de este relato, hace sentir la impotencia e indignación de muchos peruanos ante la valentía de miles de jóvenes que esperan un cambio masivo en la política peruana.
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